La montaña y el viajero

Había una vez un viajero que decidió emprender un largo viaje para llegar a la cima de una montaña. Había escuchado que, en lo alto, encontraría la paz, la serenidad y el autoconocimiento que tanto anhelaba. Con entusiasmo y una mochila ligera, comenzó a caminar. Los primeros kilómetros fueron sencillos: el paisaje era hermoso y cada paso le llenaba de energía y esperanza. Sin embargo, mientras avanzaba, el camino se volvía cada vez más empinado y rocoso. En el segundo día, el viajero comenzó a cansarse, y la duda se apoderó de su mente: «¿Valdrá realmente la pena llegar a la cima? ¿Por qué decidí emprender este viaje tan desafiante?». En esos momentos de duda, se cruzó con un anciano que también subía la montaña. Este hombre caminaba con calma, disfrutando cada paso, como si no tuviera prisa alguna por llegar. El viajero, intrigado, le preguntó al anciano por qué parecía tan sereno y cómo mantenía la calma ante la dificultad del ascenso. El anciano sonrió y le dijo: «He subido esta montaña muchas veces, y en cada ocasión he aprendido que la paz y el conocimiento que buscas no están en la cima, sino en el mismo acto de caminar. No importa cuán empinado o rocoso sea el camino, lo importante es estar presente y aprender a observar cada paso que das». El viajero escuchó estas palabras y, por primera vez, comenzó a caminar sin enfocarse solo en llegar a la cima. Disfrutó de los sonidos de la naturaleza, de su propia respiración y del esfuerzo de su cuerpo. Al final del día, encontró una paz inesperada, una que no había anticipado cuando comenzó el viaje. Comprendió que el verdadero valor del viaje no estaba en alcanzar la cima, sino en cada paso, en cada respiro y en la experiencia de cada momento. Esta historia es un recordatorio de que en el camino del yoga y del autoconocimiento, la meta no es un destino lejano o una perfección inalcanzable. Cada práctica, cada respiración y cada instante en que nos sumergimos en el presente, es en sí misma la cima de la montaña. La paciencia y la constancia son nuestras aliadas; con ellas, aprendemos a valorar y disfrutar de cada paso en este maravilloso viaje hacia nosotros mismos.

Abhyasa y Vairagya: Dos pilares esenciales en la práctica del Yoga

En la filosofía del yoga, dos conceptos destacan como fundamentales para avanzar en el camino espiritual y mantener una mente equilibrada: Abhyasa (práctica constante) y Vairagya (desapego). Estos principios, mencionados en los Yoga Sutras de Patanjali, son complementarios y nos ayudan a desarrollar la fuerza mental y emocional necesaria para enfrentar los desafíos internos y externos. Abhyasa: La práctica perseverante Abhyasa se refiere a la disciplina continua y persistente que cultivamos a través de la práctica del yoga. No se trata solo de asistir a clases o hacer asanas con regularidad, sino de vivir el yoga día a día, desde nuestras acciones hasta nuestra respiración y nuestros pensamientos. Es la dedicación constante a mejorar, a profundizar en nuestro ser, sabiendo que el camino hacia el crecimiento espiritual no es lineal. «El yoga no se trata de alcanzar una meta, sino de perfeccionar el arte de caminar con conciencia». Vairagya: El desapego en la práctica Por otro lado, Vairagya nos enseña el arte del desapego. Nos invita a dejar ir los resultados y expectativas que puedan surgir de nuestra práctica. Al abrazar el desapego, aprendemos a no aferrarnos a la perfección o a los logros en el yoga, sino a disfrutar el proceso, aceptando que todo es temporal. Vairagya nos ayuda a soltar las tensiones, tanto físicas como mentales, y encontrar paz en lo que ya somos. «La verdadera libertad surge cuando soltamos lo que no podemos controlar». La unión de Abhyasa y Vairagya Estos dos principios son como las dos alas de un ave; uno no puede volar sin el otro. Mientras Abhyasa nos da la fuerza para perseverar, Vairagya nos da la sabiduría para soltar el apego a los resultados. Juntos, nos conducen hacia una práctica equilibrada, libre de estrés y expectativas. Invitación para reflexionar: En cada clase y en cada respiro, recordemos cultivar una práctica constante y al mismo tiempo, soltar las expectativas. Este es el verdadero regalo del yoga.

La taza de Té llena

Un día, un profesor muy conocido por su inteligencia, visitó a un maestro del Budismo Zen. El profesor quería aprender conocimiento del Zen de la mano de este Maestro, pero en cuanto el maestro le abrió la puerta, el profesor comenzó a hablarle de todo lo que él ya sabía. El maestro escuchaba atento y el profesor no dejaba de hablar, intentando deslumbrar al maestro con sus ‘supuestos’ conocimientos. – ¿Y si tomamos el té?- propuso el maestro zen. – ¡Oh, sí! ¡Fantástico!- respondió el profesor. Ambos se sentaron junto a una mesita. El maestro comenzó a llenar la taza del profesor y cuando estaba casi lleno, no paró, de forma que el té comenzó a salirse de la taza y a llenar el platito que tenía debajo. – ¡Para!- gritó entonces el profesor- ¡La taza ya está llena y el té se desborda! Entonces, el maestro dijo muy sereno: – Igual que esta taza eres tú. ¿Cómo quieres que te enseñe Zen si estás lleno de ideas confusas y prejuicios? Primero tendrás que vaciarte de ellas. P.S: No podemos aprender si creemos que ya lo sabemos todo. Antes debemos vaciarnos de prejuicios y conocimientos posiblemente erróneos. Igualmente, deberemos aproximarnos a quien nos enseña con humildad y apertura, para poder nutrirnos de su experiencia y conocimiento.