Cómo el yoga transforma tu relación con el estrés
Descubre cómo el yoga y la meditación pueden ayudarte a cambiar tu relación con el estrés. Aprende a responder desde la presencia y no desde la reacción automática, con respaldo científico.
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Patrones que moldean nuestra mente y nuestra vida En la filosofía del yoga, los sanskaras son impresiones mentales, huellas dejadas por nuestras acciones, pensamientos y experiencias pasadas. Estas impresiones, acumuladas a lo largo del tiempo, forman patrones que influyen en nuestra conducta, nuestras reacciones y la manera en que percibimos el mundo. Podemos imaginar los sanskaras como surcos en la arena: cuanto más repetimos una acción o pensamiento, más profundo se vuelve el surco, facilitando que volvamos a recorrer el mismo camino una y otra vez. Estos patrones pueden ser positivos, llevándonos a desarrollar hábitos saludables y constructivos, o pueden ser limitantes, atrapándonos en ciclos de comportamiento automático y poco consciente. Durante la práctica de Ashtanga Yoga, los sanskaras también se manifiestan en nuestras sensaciones físicas. La rigidez en ciertas zonas del cuerpo, la resistencia a determinadas posturas o la tendencia a evitar ciertos movimientos pueden ser reflejos de impresiones mentales arraigadas. Estas memorias corporales, resultado de hábitos y experiencias previas, pueden ser observadas y trascendidas a través de la respiración consciente y el enfoque ecuánime. El desarrollo de la respiración consciente durante la práctica nos permite mantener la atención en el presente, sin dejarnos llevar por la incomodidad o la impaciencia. En lugar de reaccionar de manera automática, aprendemos a sostener la experiencia con ecuanimidad, debilitando la fuerza de los sanskaras sin generar nuevas impresiones mentales que refuercen los condicionamientos previos. Con el tiempo, esta forma de práctica nos conduce a una liberación progresiva de los patrones limitantes, permitiendo que nuestra mente y cuerpo se abran a una experiencia más libre y plena. Cada inhalación y exhalación en nuestra práctica es una oportunidad para reescribir nuestra historia interna. Al observar con ecuanimidad nuestros patrones más arraigados, abrimos el camino a una transformación genuina. La verdadera libertad no surge de evitar nuestros sanskaras, sino de enfrentarlos con presencia y consciencia. ¿Qué huellas eliges cultivar hoy?
En la filosofía del yoga, dos conceptos destacan como fundamentales para avanzar en el camino espiritual y mantener una mente equilibrada: Abhyasa (práctica constante) y Vairagya (desapego). Estos principios, mencionados en los Yoga Sutras de Patanjali, son complementarios y nos ayudan a desarrollar la fuerza mental y emocional necesaria para enfrentar los desafíos internos y externos. Abhyasa: La práctica perseverante Abhyasa se refiere a la disciplina continua y persistente que cultivamos a través de la práctica del yoga. No se trata solo de asistir a clases o hacer asanas con regularidad, sino de vivir el yoga día a día, desde nuestras acciones hasta nuestra respiración y nuestros pensamientos. Es la dedicación constante a mejorar, a profundizar en nuestro ser, sabiendo que el camino hacia el crecimiento espiritual no es lineal. «El yoga no se trata de alcanzar una meta, sino de perfeccionar el arte de caminar con conciencia». Vairagya: El desapego en la práctica Por otro lado, Vairagya nos enseña el arte del desapego. Nos invita a dejar ir los resultados y expectativas que puedan surgir de nuestra práctica. Al abrazar el desapego, aprendemos a no aferrarnos a la perfección o a los logros en el yoga, sino a disfrutar el proceso, aceptando que todo es temporal. Vairagya nos ayuda a soltar las tensiones, tanto físicas como mentales, y encontrar paz en lo que ya somos. «La verdadera libertad surge cuando soltamos lo que no podemos controlar». La unión de Abhyasa y Vairagya Estos dos principios son como las dos alas de un ave; uno no puede volar sin el otro. Mientras Abhyasa nos da la fuerza para perseverar, Vairagya nos da la sabiduría para soltar el apego a los resultados. Juntos, nos conducen hacia una práctica equilibrada, libre de estrés y expectativas. Invitación para reflexionar: En cada clase y en cada respiro, recordemos cultivar una práctica constante y al mismo tiempo, soltar las expectativas. Este es el verdadero regalo del yoga.
Impulsados por nuestras preocupaciones, somos incapaces de vivir plenamente el presente. Tenemos hábitos mentales negativos que surgen una y otra vez. Uno de los más relevantes es permitir que nuestra mente se proyecte constantemente hacia el futuro. Tal vez lo heredamos de nuestros antepasados. En lo más profundo creemos que en realidad aún no podemos ser felices, que todavía tenemos que marcar una serie de casillas antes de disfrutar totalmente de la vida. Especulamos, soñamos, urdimos estrategias y planeamos para lograr esas «condiciones de felicidad» que queremos tener en el futuro; y continuamente perseguimos ese porvenir, incluso cuando dormimos. Podemos albergar muchos temores respecto al futuro porque no sabemos cómo va a ser, y esas preocupaciones y ansiedades nos impiden disfrutar el estar aquí-ahora. Aquí, tu práctica de meditación consiste en traer la mente de regreso al presente y reconocer el hábito cada vez que nos aparta de él. Solo necesitamos respirar conscientemente y sonreír a la energía del hábito: «Oh, eso me ha apartado del presente otra vez». Una vez que reconocemos las energías del hábito, éstas pierden su poder sobre nosotros y de nuevo volvemos a ser libres para vivir sosegada y felizmente en el presente. Cuando empezamos a practicar por primera vez, nos sorprendemos siguiendo este hábito muchas veces al día. Sumergirnos en el presente es otro tipo de rutina, una buena rutina. Adquirir un hábito nuevo y positivo requiere entrenamiento. Mientras te lavas los dientes y el pelo, te vistes, caminas, conduces y demás, pon toda tu atención en lo que estás haciendo y encuentra la paz y el gozo en cada momento. Cuando practicas la respiración consciente desarrollas una mayor habilidad para reconocer el hábito, y cada vez que lo haces disminuye su poder para sustraerte al instante presente. Es el principio de tu liberación, tu verdadera libertad, tu verdadera felicidad. Esta práctica de meditación se conoce como «reconocimiento simple». «Querida energía del hábito, ¡te veo!; sé que te estás manifestando.» No tienes que luchar contra ella, no necesitas suprimirla; solo reconocerla. Thich Nhat Hanh
Durante los 14 años que tengo enseñando Meditación y Yoga, he tenido recurrentemente preguntas como: Y aunque siempre le doy respuesta a cada una de esas dudas, en mis clases, me dedicaré a estructurar brevemente una manera de poder incorporar la meditación en nuestro día a día, sin morir en el intento. Procedamos… Lo voy a resumir en tres (3) aspectos importantes: La técnica: Comenzaré por la técnica pues considero que sin importar el momento o el lugar, la técnica se debe aplicar de igual forma, aunque los otros dos la condicionen, es lo más importante de las 3 cosas mencionadas. Apliquémosla siempre igual y notaremos como cada vez será más fácil entrar en el estado meditativo y así poder reducir nuestro nivel de estrés y de angustia, más rápidamente. El momento: Aplicando siempre la misma técnica, y durante ese corto tiempo, ahora tendríamos que elegir el momento adecuado para hacerlo: A la mente le funciona muy bien la estructura y la disciplina, aunque muchas veces huyamos de eso. Por eso, procura que sea siempre en un horario fijo. Yo siempre recomiendo que sea dos veces por día: Ten en cuenta que son pocos minutos, lo cual es fácil aplicarlo en ambos instantes, incluso si hay mucho cansancio. La consistencia es clave para desarrollar el hábito. Durante la explicación del método te di solo 1 minuto de preparación y 5 minutos de realización de la meditación. Si durante 2 a 4 semanas puedes aplicar esto sin faltas, mi recomendación es que a la 5ta semana des el salto y dupliques los tiempos: 2 minutos de preparación y 10 minutos de realización de la meditación. Sé paciente y consistente. El lugar: Siempre intenta que sea un espacio tranquilo. Esta es la razón de que existan centros de Meditación y de Yoga en todo el mundo, porque son espacios con ambiente tranquilos y adecuados para realizar estas técnicas, sin embargo, en nuestras casas u oficinas también podemos construir estos espacios. Busca un lugar en tu casa u oficina donde puedas sentarte y estar por varios minutos sin distracciones. Si es en tu casa, por ejemplo, elige un rincón en la sala o habitación, donde puedas prender una vela, colocar una planta cerca y donde tengas espacio para sentarte. Y si esto es imposible porque compartes tus espacios con mucha gente, hazlo en la cama. Te sientas, con tus piernas cruzadas, la columna recta (al principio puedes usar un respaldar), y aplica la técnica explicada antes. Puedes usar cojines o almohadones para sentarte y poder estar erguido/a. Preferiblemente sentado/a, no acostado/a. Obviamente esto requiere de práctica constante, paciente y persistente, para poder lograr los resultados y así poder experimentar una reducción del estrés, pero una vez que llegas a ese punto, no hay vuelta atrás. De hecho, será tanto lo bien que te sientes que querrás compartirlo con todo el mundo. Date la oportunidad. No te desanimes si al principio es difícil concentrarte ni claudiques en tus objetivos de poder meditar a diario.
Según el texto budista Anguttara-nikaya, el Buddha Shakyamuni tenía un joven discípulo llamado Sona. Este provenía de una acaudalada familia y tenía un carácter alegre y despierto. Desde que había renunciado a la vida secular, se dedicaba a su práctica de manera mucho más asidua que nadie. Sin embargo, no lograba acercarse al estado de iluminación. A medida que pasaban los días, su melancolía cedió paso al desconcierto, que, a su vez, se convirtió en agonía. Al poco tiempo, estaba tan demacrado, que su apariencia era irreconocible. Cierto día, Buddha estaba paseando y en un camino vio sangre en la arena y las piedras. Y preguntó: – ¿De quién es aquella sangre? La respuesta fue: – De Sona. Este se mortificaba caminando con los pies desnudos sobre las piedras, hasta tal punto que las dejaba teñidas de sangre. Fue en ese momento cuando el Buddha lo visitó. Al tanto de que Sona era un excelente intérprete de la cítara, el Buddha, con gran habilidad, empleó el instrumento como metáfora: «- Dime, Sona, ¿puedes producir un buen sonido con la cítara si tensas demasiado las cuerdas?» «- No, Señor, en tal caso los tonos son demasiado altos. – responde, Sona.» «- Y, por otro lado, ¿puedes extraer un buen sonido si aflojas demasiado las cuerdas?» «- En ese caso, Señor, los tonos son muy bajos.» «- Entonces, ¿qué es lo que harías? – pregunta, Buddha.» «- Hombre de gran virtud, es vital afinar las cuerdas de manera apropiada, sin tensarlas ni aflojarlas demasiado. – finalmente, dice Sona.» «- Sona, debes darte cuenta de que la práctica del Camino que predico es exactamente lo mismo. Si eres demasiado asiduo en tu práctica, vas a forzar en exceso tu mente y serás presa de una gran tensión. Del mismo modo, si aflojas demasiado tu mente, te dejarás ganar por la ociosidad, conduciéndote a la indolencia y la pereza. Debes, por lo tanto, establecer un equilibrio en tu práctica del Camino. Aplicarte con un esfuerzo adecuado, ecuánime, paso a paso.» La determinación debe ser muy firme, pero el esfuerzo debe ser adecuado. Sin perjudicar el cuerpo ni dañar la mente. Este relato se conoce como «La parábola de la cítara». En él, Shakyamuni promovió el Camino Medio, para que las personas no se inclinaran hacia la búsqueda del placer extremo o hacia la mortificación extrema, en ningún ámbito de su vida. Tampoco se estaba refiriendo de ninguna manera a un tipo de compromiso débil que rehuyera el dolor o el sufrimiento. Shakyamuni intentó, antes que nada, ayudar a las personas a establecer, en un nivel mucho más profundo, una mente estable como la tierra, imperturbable tanto en las alegrías como en los sufrimientos. Ecuánime. Por lo tanto, el tema está en verdad más cerca de nosotros de lo que podríamos imaginar. Abriéndonos una puerta hacia un entendimiento de cómo afrontar las vicisitudes de la vida con cierto éxito. Espero que no ajusten ni aflojen demasiado las cuerdas de su corazón, sino que las afinen de manera equilibrada para interpretar una armoniosa melodía de la vida.
Así he oido: Un día, cuando caminaban por una región montañosa, Siddhartta Gautama (Buddha Histórico), ya mayor y bajo el sol del mediodía le dijo a su discípulo Ananda: – Estoy sediento Ananda, cuando atravesamos las montañas, pasamos un arroyo de agua limpia, ¿Puedes regresar por el camino y traerme un poco de agua? Ananda deshaciendo el camino de vuelta llegó al arroyo pero cuando estuvo allí, se dio cuenta de que unas carretas acababan de atravesarlo, embarrándolo todo. Las hojas muertas que antes yacían en el fondo, ahora flotaban sobre el agua y ya no era bebible, y por supuesto, no podía llevársela a Buddha. Así que decidió regresar junto a él. Además, sabía que unos kilómetros más allá del sitio donde habían parado corría un gran río de agua cristalina.