Cómo el yoga transforma tu relación con el estrés
Descubre cómo el yoga y la meditación pueden ayudarte a cambiar tu relación con el estrés. Aprende a responder desde la presencia y no desde la reacción automática, con respaldo científico.
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Patrones que moldean nuestra mente y nuestra vida En la filosofía del yoga, los sanskaras son impresiones mentales, huellas dejadas por nuestras acciones, pensamientos y experiencias pasadas. Estas impresiones, acumuladas a lo largo del tiempo, forman patrones que influyen en nuestra conducta, nuestras reacciones y la manera en que percibimos el mundo. Podemos imaginar los sanskaras como surcos en la arena: cuanto más repetimos una acción o pensamiento, más profundo se vuelve el surco, facilitando que volvamos a recorrer el mismo camino una y otra vez. Estos patrones pueden ser positivos, llevándonos a desarrollar hábitos saludables y constructivos, o pueden ser limitantes, atrapándonos en ciclos de comportamiento automático y poco consciente. Durante la práctica de Ashtanga Yoga, los sanskaras también se manifiestan en nuestras sensaciones físicas. La rigidez en ciertas zonas del cuerpo, la resistencia a determinadas posturas o la tendencia a evitar ciertos movimientos pueden ser reflejos de impresiones mentales arraigadas. Estas memorias corporales, resultado de hábitos y experiencias previas, pueden ser observadas y trascendidas a través de la respiración consciente y el enfoque ecuánime. El desarrollo de la respiración consciente durante la práctica nos permite mantener la atención en el presente, sin dejarnos llevar por la incomodidad o la impaciencia. En lugar de reaccionar de manera automática, aprendemos a sostener la experiencia con ecuanimidad, debilitando la fuerza de los sanskaras sin generar nuevas impresiones mentales que refuercen los condicionamientos previos. Con el tiempo, esta forma de práctica nos conduce a una liberación progresiva de los patrones limitantes, permitiendo que nuestra mente y cuerpo se abran a una experiencia más libre y plena. Cada inhalación y exhalación en nuestra práctica es una oportunidad para reescribir nuestra historia interna. Al observar con ecuanimidad nuestros patrones más arraigados, abrimos el camino a una transformación genuina. La verdadera libertad no surge de evitar nuestros sanskaras, sino de enfrentarlos con presencia y consciencia. ¿Qué huellas eliges cultivar hoy?
Había una vez un viajero que decidió emprender un largo viaje para llegar a la cima de una montaña. Había escuchado que, en lo alto, encontraría la paz, la serenidad y el autoconocimiento que tanto anhelaba. Con entusiasmo y una mochila ligera, comenzó a caminar. Los primeros kilómetros fueron sencillos: el paisaje era hermoso y cada paso le llenaba de energía y esperanza. Sin embargo, mientras avanzaba, el camino se volvía cada vez más empinado y rocoso. En el segundo día, el viajero comenzó a cansarse, y la duda se apoderó de su mente: «¿Valdrá realmente la pena llegar a la cima? ¿Por qué decidí emprender este viaje tan desafiante?». En esos momentos de duda, se cruzó con un anciano que también subía la montaña. Este hombre caminaba con calma, disfrutando cada paso, como si no tuviera prisa alguna por llegar. El viajero, intrigado, le preguntó al anciano por qué parecía tan sereno y cómo mantenía la calma ante la dificultad del ascenso. El anciano sonrió y le dijo: «He subido esta montaña muchas veces, y en cada ocasión he aprendido que la paz y el conocimiento que buscas no están en la cima, sino en el mismo acto de caminar. No importa cuán empinado o rocoso sea el camino, lo importante es estar presente y aprender a observar cada paso que das». El viajero escuchó estas palabras y, por primera vez, comenzó a caminar sin enfocarse solo en llegar a la cima. Disfrutó de los sonidos de la naturaleza, de su propia respiración y del esfuerzo de su cuerpo. Al final del día, encontró una paz inesperada, una que no había anticipado cuando comenzó el viaje. Comprendió que el verdadero valor del viaje no estaba en alcanzar la cima, sino en cada paso, en cada respiro y en la experiencia de cada momento. Esta historia es un recordatorio de que en el camino del yoga y del autoconocimiento, la meta no es un destino lejano o una perfección inalcanzable. Cada práctica, cada respiración y cada instante en que nos sumergimos en el presente, es en sí misma la cima de la montaña. La paciencia y la constancia son nuestras aliadas; con ellas, aprendemos a valorar y disfrutar de cada paso en este maravilloso viaje hacia nosotros mismos.
En la filosofía del yoga, dos conceptos destacan como fundamentales para avanzar en el camino espiritual y mantener una mente equilibrada: Abhyasa (práctica constante) y Vairagya (desapego). Estos principios, mencionados en los Yoga Sutras de Patanjali, son complementarios y nos ayudan a desarrollar la fuerza mental y emocional necesaria para enfrentar los desafíos internos y externos. Abhyasa: La práctica perseverante Abhyasa se refiere a la disciplina continua y persistente que cultivamos a través de la práctica del yoga. No se trata solo de asistir a clases o hacer asanas con regularidad, sino de vivir el yoga día a día, desde nuestras acciones hasta nuestra respiración y nuestros pensamientos. Es la dedicación constante a mejorar, a profundizar en nuestro ser, sabiendo que el camino hacia el crecimiento espiritual no es lineal. «El yoga no se trata de alcanzar una meta, sino de perfeccionar el arte de caminar con conciencia». Vairagya: El desapego en la práctica Por otro lado, Vairagya nos enseña el arte del desapego. Nos invita a dejar ir los resultados y expectativas que puedan surgir de nuestra práctica. Al abrazar el desapego, aprendemos a no aferrarnos a la perfección o a los logros en el yoga, sino a disfrutar el proceso, aceptando que todo es temporal. Vairagya nos ayuda a soltar las tensiones, tanto físicas como mentales, y encontrar paz en lo que ya somos. «La verdadera libertad surge cuando soltamos lo que no podemos controlar». La unión de Abhyasa y Vairagya Estos dos principios son como las dos alas de un ave; uno no puede volar sin el otro. Mientras Abhyasa nos da la fuerza para perseverar, Vairagya nos da la sabiduría para soltar el apego a los resultados. Juntos, nos conducen hacia una práctica equilibrada, libre de estrés y expectativas. Invitación para reflexionar: En cada clase y en cada respiro, recordemos cultivar una práctica constante y al mismo tiempo, soltar las expectativas. Este es el verdadero regalo del yoga.
En el corazón de la práctica budista, encontramos un refugio invaluable: la Sangha. La Sangha no es solo una comunidad de practicantes, sino es también un soporte esencial para nuestra transformación y crecimiento espiritual. Es un refugio donde podemos encontrar paz, apoyo y guía. Dicha comunidad de practicantes, es un refugio donde podemos retornar cada vez que necesitamos apoyo. Este retorno no es una mera búsqueda de compañía; sino una profunda reconexión con nuestra verdadera naturaleza a través de la energía colectiva de la práctica consciente. Practicar en comunidad amplifica nuestra capacidad de atención plena al momento presente. La Sangha es como un bosque, si lo piensas bien; un árbol solo no puede hacer un bosque, pero muchos árboles juntos si hacen un bosque, y entre ellos se hacen fuertes. Incluso si el viento sopla muy fuerte, los árboles están protegidos por los otros árboles y la misma cosa sucede con la Sangha. La práctica en solitario puede ser desafiante pero en la Sangha, encontramos apoyo mutuo y comprensión. El sufrimiento se divide en comunidad y las alegrías se multiplican, convirtiéndose en las de todos. Al compartir nuestras experiencias, aprendemos a ver el sufrimiento con los ojos de la compasión y a celebrar las alegrías con gratitud. Este intercambio crea una red, donde cada miembro se ve reflejado en los demás, y así, estamos «inter-siendo». La construcción de una Sangha requiere dedicación y práctica. Es posible crear una comunidad donde la paz y la armonía sean palpables y donde cada miembro contribuya a esta atmósfera, practicando el habla amorosa y la escucha profunda. Una Sangha bien establecida es una maravilla, pues te puede ayudar, apoyar y sostener en tu práctica diaria. Es una joya preciosa en nuestra vida espiritual. Nos ofrece un refugio, un lugar donde la práctica se profundiza y la transformación personal se vuelve posible. Podemos apreciar la inmensa importancia de la comunidad en nuestro camino hacia la paz y la felicidad. Practicando juntos, creamos un mundo más compasivo y lleno de amor. El siguiente Buda podría no tomar la forma de un individuo. El siguiente Buda podría tomar la forma de una comunidad, una comunidad practicando comprensión y amor compasivo, una comunidad que practica el vivir conscientemente. Esto podría ser lo más importante del arte de vivir, la Sangha.
Impulsados por nuestras preocupaciones, somos incapaces de vivir plenamente el presente. Tenemos hábitos mentales negativos que surgen una y otra vez. Uno de los más relevantes es permitir que nuestra mente se proyecte constantemente hacia el futuro. Tal vez lo heredamos de nuestros antepasados. En lo más profundo creemos que en realidad aún no podemos ser felices, que todavía tenemos que marcar una serie de casillas antes de disfrutar totalmente de la vida. Especulamos, soñamos, urdimos estrategias y planeamos para lograr esas «condiciones de felicidad» que queremos tener en el futuro; y continuamente perseguimos ese porvenir, incluso cuando dormimos. Podemos albergar muchos temores respecto al futuro porque no sabemos cómo va a ser, y esas preocupaciones y ansiedades nos impiden disfrutar el estar aquí-ahora. Aquí, tu práctica de meditación consiste en traer la mente de regreso al presente y reconocer el hábito cada vez que nos aparta de él. Solo necesitamos respirar conscientemente y sonreír a la energía del hábito: «Oh, eso me ha apartado del presente otra vez». Una vez que reconocemos las energías del hábito, éstas pierden su poder sobre nosotros y de nuevo volvemos a ser libres para vivir sosegada y felizmente en el presente. Cuando empezamos a practicar por primera vez, nos sorprendemos siguiendo este hábito muchas veces al día. Sumergirnos en el presente es otro tipo de rutina, una buena rutina. Adquirir un hábito nuevo y positivo requiere entrenamiento. Mientras te lavas los dientes y el pelo, te vistes, caminas, conduces y demás, pon toda tu atención en lo que estás haciendo y encuentra la paz y el gozo en cada momento. Cuando practicas la respiración consciente desarrollas una mayor habilidad para reconocer el hábito, y cada vez que lo haces disminuye su poder para sustraerte al instante presente. Es el principio de tu liberación, tu verdadera libertad, tu verdadera felicidad. Esta práctica de meditación se conoce como «reconocimiento simple». «Querida energía del hábito, ¡te veo!; sé que te estás manifestando.» No tienes que luchar contra ella, no necesitas suprimirla; solo reconocerla. Thich Nhat Hanh
Un día, un profesor muy conocido por su inteligencia, visitó a un maestro del Budismo Zen. El profesor quería aprender conocimiento del Zen de la mano de este Maestro, pero en cuanto el maestro le abrió la puerta, el profesor comenzó a hablarle de todo lo que él ya sabía. El maestro escuchaba atento y el profesor no dejaba de hablar, intentando deslumbrar al maestro con sus ‘supuestos’ conocimientos. – ¿Y si tomamos el té?- propuso el maestro zen. – ¡Oh, sí! ¡Fantástico!- respondió el profesor. Ambos se sentaron junto a una mesita. El maestro comenzó a llenar la taza del profesor y cuando estaba casi lleno, no paró, de forma que el té comenzó a salirse de la taza y a llenar el platito que tenía debajo. – ¡Para!- gritó entonces el profesor- ¡La taza ya está llena y el té se desborda! Entonces, el maestro dijo muy sereno: – Igual que esta taza eres tú. ¿Cómo quieres que te enseñe Zen si estás lleno de ideas confusas y prejuicios? Primero tendrás que vaciarte de ellas. P.S: No podemos aprender si creemos que ya lo sabemos todo. Antes debemos vaciarnos de prejuicios y conocimientos posiblemente erróneos. Igualmente, deberemos aproximarnos a quien nos enseña con humildad y apertura, para poder nutrirnos de su experiencia y conocimiento.